Hace más de un año que tuvimos en la pantalla grande la aventura que nos trajo Illumination Entertainment donde vimos a los minions estelarizar su propia película, (cual no nos dejo muy complacidos que digamos) pero como sabemos estos personajes viven mucho mejor en su entorno original, y esto es al lado de Gru, Agnes, Edith, Margo y todos los otros personajes por lo que roca el turno de verlos en su 3er película, me refiero a: Mi Villano Favorito 3.

 Es así que acompañamos una vez más a Gru en esta divertida aventura que conforma la 3a entrega de la saga de Mi villano favorito.

Gru quién ahora forma parte de la liga anti-villanos (LAV) se enfrenta junto a su esposa Lucy a Balthazar Bratt (un villano enamorado con la estética y temática de la época de los 80’s) que logra robar el diamante más caro del mundo, haciendo que Gru y Lucy sean despedidos de la liga anti-villanos.

Al enterarse de esto los Minions (que aunque no lo creas, no son la razón principal del humor en la película) se alegran ya que así podrán volver a la villanía junto con Gru, pero éste opta por seguir por el camino del bien y los minions deciden dejarlo.



Gru recibe una visita inesperada y una sorpresa que lo dejará sorprendido, ya que descubre que él tiene un hermano gemelo de nombre Dru y junto con su familia decide ir a visitarlo, pero para su sorpresa, Gru se da cuenta que su hermano es un pobre intento de villano qué quiere ser igual de grandioso que él.

Pero aún así, juntos se enfrentan al villano ochentero Bratt, que planea vengarse de Hollywood por haberlo cancelado en su época dorada de actor en un programa infantil.

Así pues illumination Entertainment nos llena la pantalla de excelentes efectos en la animación, una trama muy divertida y un humor que ha caracterizado a cada una de las anteriores entregas de mi villano favorito.

Sólo resta decir que aunque es la tercera entrega, aún así nos saca buenas carcajadas y quizá sea (por su bien) la última película (al menos por un rato para dejar descansar la marca) por lo que vale la pena echarle un ojo.